La exigencia zonal es un Principio Práctico del Programa Letras que quiere reivindicar el rol del maestro como el regulador central de los procesos de aprendizaje de los individuos en los grupos, lo cual implica asumir una posición activa de exigencia para jalonar el proceso de desarrollo y de retención para evitar los retrocesos inconscientes propios de los aprendices.
Con la exigencia queremos superar uno de los mayores obstáculos que tuvo la inadecuada interpretación del constructivismo de la década de 1990 al 2000, que se empeñaba en adoptar la postura del dejar hacer pedagógico, justificando y validando todas las acciones de los aprendices. La ausencia de la regulación contextual derivada del hecho de que “los niños podían escribir lo que quisieran como quisieran” y la ausencia de exigencia y retención del maestro reflejada en su postura permisiva, no permitió un desarrollo sistemático y sincrónico de los grupos de aprendices.
Pero como tampoco se trata de regresar a las antiguas formas de exigencias antipedagógicas, en el Programa Letras postulamos el principio de la Exigencia Zonal, que en coherencia con las capacidades de cada aprendiz en su momento, evita pedirle que haga lo que no puede hacer o al menos lo que no puede hacer con seguridad.
La exigencia zonal consiste, en pocas palabras, en una posición del maestro que induce con claridad y sin titubeos a que el aprendiz haga siempre lo mejor que puede hacer con seguridad. Dicho desde la teoría de las zonas de desarrollo, es un jalonamiento para que el desempeño del aprendiz actúe desde su zona de desarrollo.
“Hazlo como mejor puedas” le decía una gran maestra a sus estudiantes. Nosotros le agregaríamos el implícito, «sintiéndote seguro pero siendo capaz de arriesgarte un poco». Esta paradoja del riesgo para la exigencia, deja ver la conclusión tal vez más importante de todo este proceso: la exigencia es una relación que tiene en la contraparte, es decir en el alumno, la capacidad de arriesgarse, la ausencia de miedo. De esta manera, la confianza en sí mismo se convierte en el correlato de la exigencia zonal, una exigencia pedagógica que invita a crecer.
En la práctica la exigencia se debe reflejar en dos aspectos concretos de la escritura: el código y la calidad gráfica de los escritos. Y en la práctica se debe traducir en una actitud respaldada con hechos, que simplemente consiste en principio y con radicalidad en pedirle a los niños y niñas que vuelvan a hacer siempre, lo que nos han entregado cuando vemos y sabemos que no lo han hecho como mejor pueden.