HYG Editorial - Blog PLPRC240707

Los orígenes del niño como Autor

De cómo el Gesto, el Juego y el Dibujo, trabajados en Michín, potencian la función significadora de la escritura, y son el primer momento de la formación del niño como Autor

La escritura tiene muchas funciones diferenciadas: la del autor y la del escriba son las más importantes, aunque también existen otras, como la del calígrafo y la del lector que ya analizaremos. Pero ¿qué es una función en la escritura?

Una buena manera de entenderla es pensar en los roles que debe ejecutar un niño cuando escribe: debe enunciar el mensaje, debe ponerlo en código, debe hacer los signos escritos con calidad, y debe ser capaz de leer lo que escribe. Cada unos de esos roles, el del autor, el escriba, el calígrafo y el decodificador, entre otros, son funciones de la escritura.

En la antigüedad, las funciones eran oficios a los que se dedicaban diferentes individuos. Si, por ejemplo, un hijo quería mandarle un mensaje escrito a su padre, iba donde un escriba a que le escribiera su mensaje. Dos individuos diferentes participan en la escritura: el que dicta el mensaje y el que lo redacta, mientras que en la lectura intervienen otros dos: el padre que recibirá el mensaje y el ‘voceador’, que le da voz alta a ese texto. Estos roles son fundamentales para que los niños se formen como escritores plenos; por esta razón, en el Programa Letras, cada una de las funciones que aplican a la escritura tiene un momento, un tiempo y una herramienta específica.

La prehistoria de la escritura

Empecemos por el principio, con la función que promovemos en el Programa desde el comienzo y que nunca abandonamos; la función que les va a permitir a los niños producir un mensaje, idear un contenido, atribuir un significado, imaginar una historia: la función del autor. Esta función es la primera ficha que movemos en el “parqués” de la formación, y lo hacemos muy tempranamente, con los niños más chiquitos, mucho antes de pensar en la codificación y antes de la caligrafía y la lectura.

Todo el fundamento teórico de esta posición se lo debemos a un genio de la psicología evolutiva: Lev Vigotsky, un ruso que en su texto La prehistoria de la escritura, afirma que antes de conocer el código escrito, el niño es un significador en potencia y que es nuestro deber desarrollar esa potencia para que, al llegar al código, sea un creador fluido de significado, un autor en pleno sentido de la palabra. Según Vigotsky, esto se logra a partir del Gesto, el Juego y el Dibujo, los antecesores de la escritura y las bases fundamentales para formar al niño como autor.

Los inicios de la función del autor

El Gesto es la anticipación de todo lo que vendrá. El niño, con los movimientos de su mano, transforma esa mano en un cohete, en un pájaro, en una sombra tenebrosa o en cualquier cosa que desee. Y más adelante, con el gesto del dedo índice que señala a un gato, por ejemplo, completa la palabra que dice: ‘Miau’, y produce sus primeras oraciones ‘palabra-gesto’, llenas de significado que las madres deben interpretar: ‘Ya te traigo tu muñeco’, le contesta, o ‘No tengas miedo’, según el contexto. En todos estos hechos, el niño es un autor apoyado en el gesto y en plena ejecución.

Después llega el Juego, pero el mejor de los juegos, que es el juego simbólico, en el que de nuevo el niño, ejerciendo la función del autor, hace que cualquier cosa sea lo que él quiere que sea: una caja vacía se convierte en un barco, un palo de madera en una espada, y una manta de tela en un mar. Todos los objetos se juntan alrededor del niño, quien está encima, para conformar la escena de una ‘batalla en el mar’. Todo esto es gracias al poder de su significación y de su imaginación, con las que el niño se prodiga, ejercitándose como autor.

La planificación del Mundo en la explosiva expresión pictórica y el ingreso en el control gráfico

El siguiente paso es una transformación fundamental, un cambio radical en el modo de ser y de vivir de los niños. Van a pasar de su vida normal, ese espacio de correr y actuar, al mundo de la representación, al plano bidimensional que inicia con la pintura. Equivalente a la hazaña prehistórica de las primeras pinturas rupestres, los niños se acostarán en el piso, se pararán frente a una pared o se sentarán frente a una mesa para pintar. Queremos que este momento sea una experiencia plena y placentera, ya que dejará huellas profundas en la relación del niño como futuro escritor.

Como es la primera vez que se relaciona con un papel y se asienta en el mundo bidimensional, deseamos que esta experiencia fundamental deje una huella primordial, una impronta, como dicen los etólogos, llena de alegría, cuyos ecos se sentirán en el futuro, cuando el niño se enfrente nuevamente, ya como escritor, a un papel. Siguiendo a Vigotsky, queremos que esa primera experiencia sea de expresión pura, un fluir con sus manos y dedos, para que, sin propósito alguno, recorra la superficie, dejando huellas, manchas y gotas de pintura al mejor estilo de Pollock.

Michín –la primera herramienta impresa del Programa Letras–, es la encargada de promover ese momento de expresión pura mediante la pintura en un mundo bidimensional, suspendiendo momentáneamente la función de significación que traíamos con tanta fuerza, para que el niño unte y manche, disfrutando del placer de pintar. Vigotsky dice que retomaremos la significación en el dibujo un poco más adelante, pero por ahora, pasamos con Michín por ese momento maravilloso de pura y libre expresión pictórica; un fluir hacia afuera en los espacios que la pequeñez y el orden de las casas actuales de los niños no les pueden proporcionar.

Después de ese tiempo, con el niño sentado y un instrumento gráfico en sus manos, que ahora ya no es la crayola ni los Prismacolor, sino el marcador, le vamos a dar una primera pauta de ritmo, un mensaje de control gráfico. Esto prepara al niño, en esta prehistoria, para lo que será más adelante como escritor en la etapa alfa y beta. Así entramos en un momento en el que convertimos al niño en el finalizador de los dibujos. Al poner el toque, es decir, la parte que falta en una figura ya especificada, con una intención precisa, el niño usa el marcador con propósito y control. Orientado a la significación, es decir, a terminar la figura que ya reconoce, utilizamos el dibujo para iniciarlo en el mundo del control motriz de la escritura. Taro Gomi nos inspira en este proceso, que les encanta a los niños y ocurre en Michín ya casi al final.

El retorno al dibujo en su función significadora  y los primeros garabatos escriturales

Habiendo sentado al niño, con un instrumento gráfico y frente a un papel, el niño va a dibujar de manera libre. Con marcadores o colores, frente a un papel, cartón, muro o lienzo, el niño realiza rayas, bolas y figuras que, como autor, significan sus hechos, al decirnos que allí hizo un ‘pio pio’, que representa a su perro, o que su mamá está brava. El dibujo se convierte en una forma más evolucionada de transmitir un mensaje interno, ya que los trazos revelan que en ellos ‘hay’ algo significativo. Michín lo insinúa porque los niños, con la energía que poseen, lo harán una y otra vez.

La idea de este momento es que dibujen en todos los lienzos que encuentren, mientras nosotros actuamos como sus lectores. Él nos muestra su obra y nosotros simplemente preguntamos: ‘¿Qué dibujaste? ¿Qué hiciste? ¿Qué hay allí?’ y, sobre todo, ‘¿qué está pasando, por qué tiene eso que tiene?’. Con todas estas preguntas, recuperamos con el dibujo la función significadora del niño como autor. Nosotros preguntamos, y ellos significan. Ya como plenos autores, aportan el significado y, casi como escribas, hacen sus trazos.

Michín termina sugiriendo apenas que dibujen la voz que cuenta, que hagan los primeros garabatos en una carta pequeña, en un formato o en cualquier circunstancia significativa del mundo. Pueden hacer sus primeros arañones escriturales porque los vamos a identificar cuando los niños nos señalen el significado como autores; nos van a decir que allí, en esos trazos, “dice”. Esa es la palabra clave. Cuando, en vez de decirnos que allí “hay”, nos dicen que allí “dice”, es la palabra clave del inicio de su vida escritural pura y plena que continuará en Elfo. Al pintar con los dedos y significar con la voz, están ya como un solo individuo, realizando con sus garabatos la función del autor y la del escriba, al hacer y al darle significado a esos garabatos. Las funciones de la antigua escritura las realiza ahora un solo individuo, un pequeño niño de tres años, pero muchos siglos después de evolución en nuestra cultura.


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Blog: Los orígenes del niño como Autor

Línea: Principios Prácticos

Serie: Los Principios Prácticos en Michín

Autor: Juan Carlos Negret